Diario
EL MUNDO,
7 de enero de 2000.
LA IMAGEN DE UN PARAÍSO
Una nueva edición de la Poesía completa de Lezama Lima

Deslícense con morosidad por la escritura curva de ese grande entre los grandes: una excelente edición de la Poesía completa de José Lezama Lima (1910-1976), publicada por Alianza Editorial, acaba de ver la luz. ¿Qué se habría podido escribir sobre él, sobre su obra, si ese cubano de la plenitud hubiera sido francés, inglés o estadounidense...? Su nombre resonaría como una cima indiscutible de lo literario en el siglo que ahora acaba. Pero escritor en español, construyendo una torre invisible hacia el futuro en su casa de La Habana, Lezama es aún nombre y obra para demasiados pocos.

No cabe duda de que las cosas cambiarán. Y acabará siendo reconocido como lo que es: no ya sólo uno de los más importantes escritores en nuestra lengua de todos los tiempos, sino una figura entre las primeras de la literatura universal. Eso sí, para llegar a Lezama Lima, como ya advirtió otro gran escritor iberoamericano Julio Cortázar, hace falta asumir el esfuerzo de la subida, retrasar el placer del texto hasta haber escalado la montaña de sus múltiples y fulgurantes sentidos.

Lezama es difícil. Quizás como todo lo que de verdad vale la pena. El inicio de uno de sus ensayos más hermosos: La expresión americana: "Sólo lo difícil es estimulante" se convirtió para mí, hace ya tiempo, en una especie de pauta de acción y de conocimiento. Porque ese tipo de dificultad, consciente de la riqueza y complejidad de la experiencia, encierra una de las más gozosas esferas de sentido que pueda esperar el ser humano.

La escritura de Lezama constituye un continuo: poesía, novela, ensayo. Formas diversas de ensimismamiento en el lenguaje que, en el terreno de la prosa narrativa, alumbró ese aerolito fulgurante: Paradiso (1966) y su continuación que la muerte dejó incompleta: Oppiano Licario (1977). Ese ensimismamiento de orfebre con la lengua buscó siempre la revelación, alcanzar el reino de la imagen, que establece sus propias eras, irreductibles al proceso del tiempo histórico.

Lezama es difícil. Pero su dificultad es una de las mejores vías de escape de ese ruido banal y farragoso que algunos llaman "cultura", cuando realmente es repetición persuasiva o simplemente espectáculo. Hagan la prueba. Entren en el bosque húmedo de su poesía, en la que habita el signo de un paraíso que irradia desde el trópico. Para los que hemos podido oír su voz, aun grabada, es difícil no reconocer en los versos su fraseo jadeante y asmático, su verbo de barítono criollo, atravesado por la emoción del conocimiento en el torrente preciso de la palabra que fluye.

César López, un gran poeta y escritor cubano, interlocutor de Lezama, es el responsable de esta edición, que no pretende ser crítica o comparada, "sólo amorosa y enloquecida". Ha hecho un trabajo magnífico. Tomando como referencia la última edición de la Poesía completa de la Editorial Letras Cubanas (La Habana, 1985), López ha incorporado los numerosos "inéditos" que en estas dos últimas décadas han ido apareciendo y publicándose en lugares diversos.

Además ha corregido y limpiado el texto de erratas de un modo que sólo los lectores asiduos de Lezama pueden valorar plenamente. Como él mismo señala, la fijación de un texto seguro resulta en este caso una especie de insuperable espiral de incertidumbre: "Todo aquel que ha frecuentado textos, copias, versiones, variaciones, manuscritos, transcripciones, ediciones y reediciones de Lezama bien lo sabe."

Insisto: su trabajo ha sido admirable. La poesía de Lezama, "fragmentos a su imán", puede por fin leerse más completa y limpia que nunca. Desde su inicio adolescente, fijado por anotación de él mismo en 1927, pasando por la voz definitivamente propia del primer gran libro publicado: Muerte de Narciso (1937), hasta los últimos poemas de los años setenta, publicados ya póstumamente.

Aun así, yo mismo he podido encontrar alguna errata fugitiva. Como indicaba, en una espiral de la incertidumbre de la que el propio Lezama era muy consciente. Se puede advertir en el inicio de un poema que dedica a uno de sus grandes amigos, también él excelente poeta, el padre Ángel Gaztelu: "¿Quién podría decir, Ángel de las Escuelas,/ que en Fray Luis, las serenas/ son las sirenas?" En esos tres versos radiantes despunta el juego, consciente, de Lezama con la dilapidación errante del sentido que surge en la variante inadvertida de la letra.

Como les digo, abandonen el mundo hueco, el estéril y ruidoso carrusel de las palabras vacías que nos asedian. Demórense, sin prisas, en este húmedo bosque poético donde habita el paraíso de la luz. Leer a Lezama es abrirse a la noche, los jardines invisibles, el clavel, los animales, los insectos, lo insular, el rumor y el colorido. Pero también al cuerpo doliente y fragmentario del hombre, al deseo, a la sombra, el vacío y el tiempo detenido.

Con todo ello, a través de las cualidades plurales de lo sensible, el poeta alcanza y establece la fijeza unificadora de la imagen. Es así, a través de lo que acontece y para tantos ojos pasa inadvertido, como alcanza la permanencia en el lenguaje. La visión del poeta tiene su centro y motivo en la analogía, según desvela el propio verso: "la aprehensión análoga es el único ojo de la imagen".

¿Cómo dar cuenta, siquiera mínima, de la articulación de procedimientos poéticos, de transposición del lenguaje, que establecen la altura inalcanzable de la escritura de Lezama? El rayo analógico se ayuda con una continua invocación de la sorpresa, en busca de la admiración que abre paso al conocimiento, situando con frecuencia el verbo en el inicio del verso e incluso del poema como, por ejemplo: "Llega y se esquina con las esquinas del pañuelo". Con lo que, sin decirlo, se nos está diciendo: "¡Presta atención...! Lo que sucede es extraordinario."

No menos decisiva es su capacidad de sustantivar lo adjetivo, produciendo una sensación de incompleto, que se abre a la profundidad de lo que se sitúa más allá de lo evidente. Por ejemplo, en el que probablemente fue su último poema: "El pabellón del vacío", los versos: "La aparición de una cueva/ es misteriosa y va desenrollando su terrible." Su terrible nos deja colgando, de golpe, en una apertura a lo esencial, a la forma arquetípica, más allá del episodio adjetivo que califica nuestras experiencias individuales.

Algunos, entre muchos otros. Procedimientos poéticos. Un poeta es un idioma. El punto máximo de la máxima intensidad de un lenguaje. La precisión que fija para siempre, y con ello crea un mundo, sin embargo siempre fugitivo: "Ah, que tú escapes en el instante/ en el que ya habías alcanzado tu definición mejor". Deslícense sin prisas por este bosque húmedo de lo poético. En su formulación más plena. Así. Para leer a José Lezama Lima.

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